PÓMULOS EL NUEVO OBJETO DE DESEO

El paso del tiempo, la predisposición genética, las fluctuaciones constantes de peso y volumen, los hábitos dietéticos no adecuados, el consumo de tabaco, alcohol, el exceso de deporte y la exposición de la piel al sol de forma descontrolada, producen alteraciones en la piel, en su composición, grasa, músculo y hueso.

La piel va perdiendo textura y grosor y, con el tiempo, se manifiesta en un adelgazamiento y aparición de arrugas, la grasa se va atrofiando y se va desplazando de su comportamiento normal, manifestándose y acentuándose en diferentes zonas de la cara.

Los músculos van perdiendo tono y se van atrofiando también, al igual que los llamados ligamentos retenedores, y el hueso que va sufriendo un proceso de reabsorción progresiva. El resultado de todo ello nos lleva a un descolgamiento y esqueletización facial de manera global.

A todo esto, hay que añadir que las modas actuales en las redes sociales, en la plataforma Instagram principalmente, están dejando muy patente que cada vez hay pacientes más jóvenes que acuden a consulta para infiltrar ácido hialurónico en los pómulos y así hacerlos más pronunciados, pero esto debería ser un tema además de lo descrito anteriormente.

Según la SEME (Sociedad Española de Medicina Estética) en este año 2020 el 50% de la sociedad española, incluido hombres habrán pasado por un tratamiento médico o estético para paliar estos daños.

¿Y por qué se caen los pómulos?

El ligamento se destensa y los compartimentos grasos tienden a desplazarse hacia delante, se desplaza la grasa y se separan dichos compartimentos dando esa impresión de hendidura en medio del pómulo superior y la cara se viene hacia delante.

La piel de las mejillas tiene un enemigo más cruel que las arrugas y líneas de expresión: la tan temida flacidez. Con el paso de los años la piel va cediendo porque pierde su concentración normal de colágeno y elastina, sustancias responsables de mantener dicho órgano tenso y firme.

Como resultado, el tejido conectivo de las mejillas se debilita, haciendo que la piel pierda adherencia y por lo tanto ceda ante la gravedad.

¿Qué tenemos/debemos hacer en los pómulos?

Lo más importante es reposicionar los tejidos que se ha descolgado devolviéndolos en la medida de lo posible a su estado inicial, intentando siempre que sea un rejuvenecimiento y no un exceso, para ello hay unos puntos estratégicos donde vamos a dejar pequeños volúmenes que van a hacer que los ligamentos se tensen y den un aspecto de frescura y juventud.

Un buen tratamiento realizado por un buen profesional, más allá de un protocolo establecido. Dependiendo de la edad, la llamada zona temporal (sien) va perdiendo masa y el pómulo no debería terminar en el maxilar superior, lo natural y bonito sería subir hasta el frontal, rellenando el espacio de la sien que continúe de manera suave con el pómulo y así disimular ese hueco que se produce en la zona temporal.

Cuando un cliente/paciente entra en un centro médico-estético busca restar años a su piel con armonía y equilibrio, para ello lo más importante es la suma de:

1.- Un buen diagnóstico,

2.- elegir un buen tratamiento,

y 3.- ponerse en las manos de un buen profesional. Dependiendo del caso establecer un protocolo médico o estético para alcanzar el éxito en los resultados. Hay que incidir porque es muy importante que nunca es igual el tratamiento en hombres que en mujeres, un pinchazo desafortunado puede feminizar a un hombre o masculinizar una mujer.

Y es fundamental que se parezcan a ellos mismos en su juventud y nunca querer hacer una fisonomía diferente.

Deberíamos diferenciar tratamientos estéticos y tratamientos médicos, no todo el mundo quiere infiltraciones, pero sí decir que hoy en día hay trabajos médicos muy avanzados y respetando la naturalidad, de ahí realizar un buen diagnóstico, un buen profesional, y el protocolo adecuado, son la clave del éxito en este tipo de trabajos.

Si hablamos de tratamientos estéticos, aquí depende mucho de la regularidad de los tratamientos en cabina, en casa podemos cuidar la piel, pero reponer volúmenes lo conseguimos en cabina con tratamientos más de choque, aparatología que llega a fascias, tejidos y músculo… y las manos profesionales.

¿Cómo tratamos? ¿Qué materiales y por qué?

Si el tratamiento es médico infiltramos ácido hialurónico para la pérdida de volumen y proyección, ya que es un componente que encontramos de forma natural en nuestro cuerpo.

Científicamente es un polisacárido del tipo glicosaminoglicana con gran capacidad higroscópica, significa que es capaz de retener grandes cantidades de agua, hasta mil veces su peso. Gracias a este poder de retención, las áreas donde se encuentra suelen ser más tersas y jugosas, ya que se encarga de mantener la elasticidad e hidratar.

El ácido hialurónico tiene tres propiedades específicas:

1.- Forma la matriz extracelular, una sustancia gelatinosa que contiene las células de nuestros tejidos y que permite su movilidad.

2.- Facilita el traslado de las células a zonas lesionadas, en las que participa en el proceso de cicatrización.

3.- Actúa como lubricante, hidrata en profundidad.

Normalmente contiene lidocaína (anestesia) incorporado y no molesta, se aplican mediante inyecciones de ácido hialurónico a través de micro-agujas muy precisas que definen y corrigen todos estos problemas.

La duración aproximada es 12-18 meses para estos casos, ya que depende de la reticulación del ácido hialurónico actúa a diferentes niveles y permanece más o menos en el tiempo.

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