Sin ninguna duda, la toxina botulínica tipo A se encuentra en los puestos de honor de las sustancias más empleadas en estética médica. Popularmente conocida como bótox, ofrece una eficacia imbatible para tratar arrugas dinámicas, elevar el arco de las cejas, proyectar la punta de la nariz, suavizar las arrugas horizontales del cuello y corregir la sonrisa gingival. Ahora, cuando se cumplen 25 años desde que la toxina maravillosa “llegó a nuestras vidas”, descubrimos nuevas aplicaciones en afecciones resistentes como el acné, la rosácea, la foliculitis y los queloides.

Esta nueva vía terapéutica que ofrece la toxina botulínica se basa, como en el resto de tratamientos en los que se aplica, en la micro-denervación química temporal que ejerce sobre la unión entre músculos y nervios (sistema neuromuscular-placa motora).

CICATRICES HIPERTRÓFICAS Y QUELOIDES

Estas lesiones cutáneas responden a un crecimiento excesivo de tejido cicatrizar durante el proceso de reparación de heridas. La inyección de bótox mejora este tipo de cicatrices a través de una triple acción sobre los fibroblastos, glándulas sebáceas y vasos sanguíneos:
Fibroblastos: La toxina botulínica disminuye el metabolismo y proliferación de estas células, responsables de la producción de colágeno y elastina. Al mantenerlos en las fases G0 y G1, se evita también la síntesis aumentada de matriz extracelular.
Glándulas Sebáceas El Botox inhibe la producción sebácea, causante de la inflamación que contribuye a la hipertrofia cicatricial.
Vasos Sanguíneos La angiogéneis, o lo que es lo mismo, la formación de vasos sanguíneos, tan necesaria para el cierre de las heridas, se modula gracias a la acción de la toxina.

FOLICULITIS

Se trata de una afección del folículo piloso, que se produce por fricción o crecimiento inverso del pelo rizado, y que desemboca en una infección localizada por hongos o estafilococos. Este problema puede controlarse con bótox, gracias a su efecto anti-inflamatorio y biomodulador sobre las glándulas sebáceas presentes en la unidad pilosebácea. En casos de foliculitis severa se combina con depilación láser, que es el método menos irritante para la eliminación del vello y el más eficaz para acabar con la etiología del problema.

ACNÉ

Esta afección cutánea se trata con la técnica de mesobótox, que consiste en diluir la toxina en suero, antes de inyectarla. De este modo, se consigue que el Botox ejerza un efecto modulador sobre la actividad de la unidad pilosebácea y se incide en los factores etiológicos del acné: superproducción de grasa e hiperplasia de la glándula. El bloqueo sobre la hiperprodución de sebo repercute positivamente en la aparición de puntos negros, granos y comedones, evita la transformación de la grasa en una cera irritante que queda obstruida, previene el taponamiento del poro por proliferación de células queratinizadas y evita la colonización del canal por bacterias.

ROSÁCEA

Esta afección inflamatoria se manifiesta con un rubor transitorio o permanente en mejillas, mentón y/o frente. A su tratamiento, que es multifactorial, se ha unido recientemente la toxina botulínica, que infiltrada en bajas concentraciones mejora este cuadro, debido a que al modular la actividad de las unidades pilosebáceas y de los vasos sanguíneos, reduce la aparición de capilares dilatados, pústulas y pápulas.
El papel del bótox en la mejora de la rosácea parece que también podría estar relacionada con una acción beneficiosa sobre su componente inflamatorio, en concreto
sobre la actividad de los mastocitos, principal fuente de mediadores inflamatorios, como son la histamina y la enzima kininogenasa.

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